lunes, 2 de julio de 2012

Salud

Este 28 de Junio festejamos, pero sin olvidar.
Levantemos nuestros vasos y digamos "salud".
Salud por todxs aquellxs que un 28 de Junio dijeron basta y resistieron, orgullosxs de si mismxs y a riesgo de morir.
Salud por nuestros 400 desaparecidos de la última dictadura, asesinados por el simple hecho de existir y más desaparecidos aún en el olvido de las reivindicaciones sociales.
Salud por las lesbianas, gays y trans víctimas de crímenes de odio, que todos los días engrosan esa lista de nombres sin nombre que todos obviamos.
Salud por toda travesti que día a día en nuestro país encuentra negado su derecho al trabajo digno.
Salud por todxs lxs trans e intersex que luchan cada día para que su identidad sea reconocida y respetada por la sociedad, mas alla de la flamante (y espléndida) ley.
Salud por todxs aquellxs compañerxs que, acorralados por el odio y la incomprensión de una sociedad misógina y heterosexista, marginados y angustiados, no encontraron otra salida que quitarse la vida.
Salud por todxs aquellxs a los que hemos podido acompañar en el dolor de ser rechazadxs por sus familiares, compañerxs de trabajo o simples transeúntes.
Salud por todxs a los que no pudimos llegar cuando lo necesitaban.
Salud por aquellxs que se ocultan en el closet temerosos.
Salud  también por los que ya no nos ocultamos o nunca lo hicimos y estamos felices de gritar a los cuatro vientos nuestra sexualidad emancipada.
Por los que somos felices y encontramos apoyo en nuestros familiares y amigos
Por los que nunca dejaremos que un estado, sociedad o religión nos pisotee
Por todxs aquellxs madres, padres (biológicxs y postizxs) amigos y familiares varios que nos apoyan y luchan codo a codo con nosotrxs.
Salud por todxs nosotrxs, por las tortas, por los putos, por los y las bis, por las travas, los chicos y chicas trans, lxs intersex, lxs reacios a encasillarse, lxs disidentes sexuales, las multitudes queer que a diario hacemos (o intentamos hacer) el mundo menos binario y menos cuadrado.
Salud por los logros legales y sociales de las últimas décadas, por los derechos, por las igualdades y las diferencias.
Salud también por el futuro...
SALUD!!  porque los años que vienen nos encuentren fuertes, orgullosos y luchando!
Hoy, día del orgullo, festejamos, pero sin olvidar.

martes, 24 de abril de 2012

15


Ana sale de su casa de punta en blanco, la blusa planchada, las preciosas sandalias de cuero marrón bien lustradas. El pelo planchado tirado hacia atrás. Los ojos tristes.  Hay algo nauseabundo en la quietud de ese comienzo del otoño, algo gris que preanuncia una rutina que cambiará para peor, una nostalgia de lo que ya no volverá a ser.
Llega a la plaza, se sienta en un banco y espera. Lo espera. Él vendrá con su melena desordenada y su torpeza, con sus ansias de atropellar al mundo, con esos arranques infantiles que lo delatan como un niño en el cuerpo de un hombre, el desubicado cuerpo que ha crecido sin permiso de nadie, haciéndole creer al mundo, equivocadamente, que su portador es ya grande para tantas cosas. Vendrá a escuchar lo que ella, al teléfono, le dijo que sólo en persona podría decirle. Su voz en el teléfono sonaba metálica, triste, también.
Él se sienta cerquita de ella, la besa y ella rompe en llanto. Ella también es una niña. Tiene miedo. Preferiría poder olvidarse, poder huir, poder tomar una nueva identidad, como en las películas, volverse loca, o quizás hasta matarse, antes que pronunciar las palabras.
-Mauro, estoy embarazada.
  Cien millones  de espejos se rompen. El estallido ensordece, los vidrios pinchan por dentro el corazón de los dos. El dolor es agudo. De agujas. De los espejos de la adolescencia y sus astillas que devuelven fracciones de la identidad destrozada. Los 15 años de los dos se agobian, se aplastan ante el peso inconmensurable de  lo que no tiene vuelta atrás. De lo que no pudieron evitar. Algo ha cesado de ser. Algo ya no será más.
Y los dos lloran en silencio. Pero él se aleja y la distancia entre los dos, en el banco, crea un abismo que amenaza con tragárselo todo. Él puede irse, olvidarse, quizás. Él puede tomar una nueva identidad, como en las películas. Pero no le hará falta. Es ella la que no puede escapar. Es su cuerpo. Los dos lo saben.
Y así es como sucede.
Su cuerpo es suyo. Y los debates en televisión, las discusiones con nuestros compañeros de trabajo, familiares, amigos y conocidos, las marchas a favor y en contra, los discursos de la iglesia, los dichos de los gobernantes, los ojos de la vecina, doña Rosa, que barre eternamente la vereda de enfrente para mirarnos en nuestra más grosera rutina y luego condenarnos y estigmatizarnos ante un telón de bananas, lechugas y manzanas en la verdulería, los ojos y voces de toda la sociedad, pasan entremezclados, como en un collage desesperado, por detrás de las pequeñas escenas cotidianas, por detrás del ahora, por detrás de la vida misma.



martes, 3 de abril de 2012

Territorios

Cuando era chicx pensaba, como todxs lxs chicxs deben pensar, que el mundo se podía recorrer a gusto y placer.
yo pensaba que si uno quería irse caminando a londres, por ejemplo, podía hacerlo.
Seguro tardaría su buen tiempo ir caminando. mejor ir en avión, como contaba mi abuela que había hecho en sus años mozos.
La vida fue pasando y como todxs lxs niñxs que crecen, aprendí muchas cosas. entre ellas, que los lugares no son sólo lugares, son países con sus fronteras, sus leyes, su ejército y sus papeleos que pueden, si quieren, no dejarte entrar. ¡A un pedazo de tierra! ¡No dejarte caminar más allá de una línea ficticia!
En su momento me pareció de lo más absurdo. ¡Si todxs somos personas en el mismo mundo y el suelo que pisamos es nuestro y de todxs! pero qué ilusx.
La territorialidad se aprende. Se aprende la propiedad privada. Se aprende que éste es mi lapiz rojo y mi mamá no me deja prestarlo, se aprende que si me pinchás la pelota, me comprás una nueva.
 Este adueñarnos de lo que existió mucho antes que nosotrxs y con suerte existirá mucho después, como la tierra, también es aprendido y de esa misma forma nos adueñamos de los animales, de los proyectos, de las personas, de los textos, del arte y de alguna que otra idea, que sin darnos cuenta, seguramente habremos sacado de otra parte y de algún otro, porque en este mundo y sus millones de años, ya todo se ha inventado.
Ahora siento que me toca desaprender. ¿Qué será "lo mío" en este mundo? todavía no lo sé.
Miro a mi alrededor y pienso de nuevo, en las tierras, los estados, las patrias con banderas e himnos que nos hacen creer que son nuestras y debemos defender con nuestras vidas.
Quizás, pienso, lo único mío es este cuerpo, este aire que respiro,los lugares que recorre mi mente cuando divaga, los amores y los odios que guardo en lo más profundo, el lugar que ocupo en toda mi extensión cuando me estiro, el suelo que piso cuando lo piso. Y nada más

sábado, 25 de febrero de 2012

Maribel


Una figura femenina se aleja en una scooter por el asfalto todavía tibio de la noche mendocina de veranos amarillos, de ese amarillo que quema, molesto, en los ojos cansados del monótono transcurrir de la rutina, que si pasa suficiente tiempo, se vuelve gris. Toca la bocina dos veces fugazmente a modo de saludo, antes de desaparecer del horizonte y de ese último recuerdo suyo que cruza por mi mente. Me preguntan quién es. Si la conozco. Nunca la conocí de verdad. Como no se conoce nunca a nadie en este mundo y aún… un poco menos todavía. La que pasa rápido en su scooter, alejándose del bar, tocando bocina, es Maribel. Nos conocimos poco, si. Y sin embargo, el pensar que ya no está, sorpresivamente me lleva al llanto. Las pocas veces que la vida nos juntó, fue con alegría y en la primera me puso nombre. Mi “ otro” nombre, el más importante, quizás, de esos ”otros nombres” que  tenemos lxs que de tanto en tanto o de siempre en siempre, nos ausentamos del nombre que nos pusieron al nacer. Me puso nombre, como una madre. Si soy Roberto Rubén, es gracias a ella.
Impotencia del tiempo que no ha transcurrido y nunca lo hará. Impotencia de los amores perdidos, quizás. De los dolores que nunca compartimos, de la incomprensión del mundo, de esa Soledad que sólo las personas que se animan a ser ellxs mismxs pueden sentir. De la Soledad insondable que todos tenemos y suponemos compartida por millones y aún así siempre tan Sola. Impotencia de pensar sin sentido alguno en esta noche de insomnio. Impotencia de sentirme a la vez hipócrita y desubicada de despedirte así, a vos a quien tan poco pude conocer, sin haber siquiera ido a despedirte en persona, como se despide inútilmente a quienes no van a contestarnos jamás. Te muevo la mano con una sonrisa y un “eeeeeeeehheeee” al escuchar la bocina desde la vereda del bar, mientras voy entrando y respondo “era la Maribel, es una chica trans del foro, es enfermera, la loca, es re buena onda”

El colectivo


Una mujer sale de su casa y camina hasta la parada del colectivo. Un hombre, sentado en la parada, le cede el asiento. Ella se sienta en el metal frio mientras espera, agradecida. Divisa en el horizonte al micro, que se detiene frente a ella, el hombre le cede el paso, ella agradece nuevamente asintiendo con la cabeza. Pasa y ocupa el último asiento disponible. El hombre sube detrás. Acomoda la prótesis de su pierna, que está rota y permanece parado, haciendo de cuenta que nada ha sucedido. No quiere que nadie vea su pierna plástica con los tornillos mal colocados que incomodan. Querría sentarse, pero le han enseñado que debe cederles el asiento a las mujeres y no es egoísta.  No se siente discapacitado. No quiere sentirlo, porque si así fuera, se sentiría también menos hombre. No es un blandito, un maricón que se queja cuando todo duele, al que hay que cederle el asiento. El es fuerte. Así le han enseñado a ser.
 La mujer mira por la ventana pensando en todo lo que tiene que hacer cuando llegue a donde va, plena de vitalidad. El hombre cansado y dolorido mira la imagen partida en cuatro de la ventana desde donde está parado. Otro asiento se desocupa. El hombre amaga sentarse hasta que ve a una señora de unos sesenta años y le cede el asiento. El recorrido es largo. Suben niños de las escuelas. Suben ancianos. La mujer piensa si su patrona habrá comprado todos los elementos que faltaban en la casa que ella limpia. Piensa en el dolor de espalda que le agarró el mes pasado y se sienta derecha en el asiento. Ya se ha compuesto, pero cuánto tardó y cuánto hizo falta… y sin obra social, todo es complicado. Piensa que si tuviera un marido, la vida sería distinta. Pero se casó  a los 17, embarazada y presionada por todos, sin amarse los dos. El se hizo alcohólico. Ella empezó a trabajar de empleada doméstica para mantener a sus dos hijos. Mellizos. Piensa para sus adentros en las palabras de su abuela: el deber de un hombre es traer el pan a la casa así la mujer puede quedarse y criar a los hijos. Así son las cosas. Así deberían ser, piensa la mujer.
El hombre toca el timbre. Baja los escalones del colectivo dificultosamente, haciendo su máximo esfuerzo por disimular y se aleja por el camino pedregoso de tierra hacia su casa, adonde es el rey. Es, como se dice, un hombre entero, en su casa no siente que le falte la pierna, porque lo compensa con el poder. Ese  poder que es de entre casa, que se suele pensar que no es poder, sino simple presencia paterna, pero que se impone recio sobre las decisiones de vida de los otros, ese  poder que él, tan bueno, tan recto, tan fuerte, hace valer a los gritos para no sentirse tan débil.
La mujer baja los escalones con vigor hacia una nueva mañana de trabajo duro, de respirar detergente y lavandina, de rasparse las manos con la esponja de alambre, de inclinarse sobre el piso en esa posición en la que su espalda comienza a doler. Camina alegre y sin pensar. Está alegre por eso. Porque prefiere no pensar. Porque hace años que intenta en lo posible evitarlo. Porque cuando lo hace, cuando piensa, piensa en por qué no podría ella haber terminado el secundario y trabajar de  algo apasionante, porque no le molestaría hacerlo, en realidad, disfruta trabajar  y  las ideas de su abuela, después de todo, parecen ahora un tanto antiguas y su vida, monótona, gris. Entonces, camina para no pensar que su vida podría ser distinta y poder seguir haciendo para los otros la vida más fácil mientras la suya…. La suya qué importa.
Ambos bajaron del colectivo hacia sus vidas diarias, inmersos en esta marejada de creencias falaces, de construcciones arcaicas y obsoletas que a veces se manifiestan en taradeces, como darle el asiento a alguien porque es mujer, como si esto del “sexo débil” fuera una verdad indiscutible y la genética te obligara a permanecer sentada por falta de fuerzas, en no poder manifestar el dolor y debilidad como parte de la vida del ser humano si sos un hombre y a veces, tampoco aún los sentimientos y que muchas veces cobran vidas al grito de:
 -“eso le pasa por puta, por andar cogiendo por ahí, que se la banque y tenga los hijos si no supo cerrar las piernas”
- “el putito ese, maricón, miralo cómo llora, ese no sabe ser hombre, es una mujercita”
-“ella se lo buscó, si seguro lo andaba provocando, ahí tiene, si todos sabemos que los hombres son así porque no lo pueden evitar y si los andas calentando con tus falditas cortas, si no son putos, ¿qué esperas? A esa no la violaron, le gustaba la cagada”
- “ uh, ahí está el tragasable ese que se cree mina, está re loco, es un enfermo, que se pone esos vestiditos como una puta, me dan risa, me dan asco, las personas así”
-“¡Pero qué necesidad tienen de andar mostrándose así! ¡Hay niños, por dios! ¿Después cómo les explico yo que eso está mal si lo ven así? ¿Qué les digo, cuando me pregunten?”
 Ambos bajaron del colectivo como lo hacemos todxs, todos los días, hacia nuestras vidas limitadas y reprimidas por esa especie de policía del género y el sexo  en que se convierten nuestros pares, sin tiempo para repensarse y repensarnos a todxs y hacia dónde vamos, arrastrados por la marea humana, por las palabras ajenas, por los discursos vacíos, criados y creados por una sociedad acostumbrada a repetir como loro lo que le han dicho que debe ser.

sábado, 11 de febrero de 2012

¿Qué es ser mujer?


Mujeres chatas como una tabla, mujeres negras, mujeres gordas, curvilíneas, rellenas, mujeres 90-60-90, mujeres que se maquillan demasiado, mujeres que nunca lo hacen, mujeres que usan dildos, mujeres que usan dildos con otras mujeres, mujeres que usan dildos con hombres, con mujeres y con toda la variedad de los cuerpos sexuados, mujeres que tienen hijos porque quieren, mujeres que tuvieron hijos a su pesar, mujeres que abortan, mujeres que no tienen hijos ni los desean, mujeres que se casan, mujeres en contra de la noción del matrimonio, mujeres que se depilan el bigote, mujeres que se afeitan, mujeres que son mujeres sólo por un rato, mujeres trans que se nombran mujeres, mujeres que se nombran mujeres y se dejan ser nombradas como tales pero no se sienten ni se construyen mujeres…es decir…que no lo son.
¿Hay realmente muchas formas de ser mujer? ¿O es que en realidad hay una sola, la que se impone, e intenta circunscribir las particularidades de cada sujetx  a subcategorías adentro de ese gran paraguas rosado que es la categoría mujer? ¿Quién es mujer? “Mujer no se nace, se llega a serlo”, dijo ya en tiempos modernos -consideremos que estamos en la postmodernidad- la filósofa feminista y existencialista Simone de Beauvoir… pero ¿cómo se llega a serlo? Al cuerpo sexuado que nace en nuestra sociedad, por lo general, no se le informa que existe otra posibilidad alternativa a ser lo que se le ha dicho que ya es, no se le enseña que es responsable de la construcción de si mismx como ser sexuado... por lo tanto, el cuerpo que las sociedades occidentales de nuestro tiempo dan en llamar mujer cuando nace, no tiene otra opción que ser mujer y nadie pensaría en considerarlx ni tratarlx  de otro modo. Es así como recorre un camino de construcción y sobreescritura sobre ese “ser mujer” para llegar a ser, paradójicamente, una mujer.
 El camino de la construcción de la femineidad se basa en alcanzar un ideal de mujer implícito que es más o menos el siguiente: la mujer  debe verse femenina: vestimenta ceñida al cuerpo o lo que la moda considere en el momento como lo femenino a vestir, maquillaje, depilación, cuerpo esbelto pero curvilíneo, pelo preferentemente largo y si es corto con un estilo diferente al que se impone al hombre, la mujer debe sentir y comportarse de modo femenino: debe desear al hombre, pero no buscarlo, sino atraerlo sutilmente, (ni hablar de desear a otra mujer) debe amar apasionada y locamente hasta el límite de sus fuerzas tolerándolo todo del hombre, porque es su hombre, debe sentir celos de él y alejarlo de otras mujeres que se constituyen en su competencia, debe aspirar a la paz del hogar, desear que su hombre sea el proveedor, su protector, el remplazo de su padre, el padre de los hijos que debe querer tener, debe ser la responsable de la crianza, de la casa, debe ocuparse siempre de los otros y de sí misma sólo cuando el hombre requiera que lo sea, en fin…infinitos etcéteras impuestos más o menos implícitamente por la sociedad a través de la familia, la escuela, la universidad, los medios de comunicación, los pares y finalmente todas las instituciones que sostienen al sistema heteropatriarcal dominante. Todo esto, todo este camino de aprendizajes sólo para existir en el mundo.
 Pero a veces sucede algo extraño. Algo se rompe. Y al contrario de lo que nos han acostumbrado a pensar, que algo se rompa es bueno… en el camino amarillo de ladrillos de la imposición sexogenérica, se interpone una pregunta, que es la misma que inicia este texto. ¿Qué es ser mujer? Es en ese momento cuando el cuerpo sexuado considerado y llamado mujer da un vuelco. Se repiensa, se busca y quizás… tal vez… decide que no es una mujer. Algunxs encuentran/encontramos identidades alternativas, identidades que nos llenen más que mujer o varón -constructos culturales vacíos o mejor dicho, demasiado llenos ya-  y fluctuamos hacia horizontes inciertos e inestables, poblados por drag-kings, chicos trans, gender queers, chongos, marimachos, tortas no-mujeres, que aunque no dejan de ser categorías y como tales, constriñentes de quienes las habitan, son habitadas por personas que no aceptamos constreñirnos y que cuando la categoría lo intenta, simplemente…la modificamos…para confusión general de parientes y amigos, para mayor problema nuestro a veces, pero con el particular placer de no seguir el caminito. Retomemos pues... ¿Qué es ser mujer? Ser mujer es identificarse como tal. Nada más. Y nada menos. Es aceptar más o menos conscientemente la serie de requerimientos que la  categoría mujer exige o bien, exigirle a la categoría misma una expansión para que se te permita entrar en ella como mujer…las mujeres son mujeres por distintas razones, pero nunca porque así nacieron.